
La primera forma de intercambio
entre las personas fue el trueque. Los bienes se comercializaban directamente
sin el uso del dinero.
Con el tiempo, la economía se hizo más compleja y en distintas sociedades
se comenzaron a utilizar diversos bienes materiales para medir el valor de las cosas y facilitar su intercambio.
Así surgió el dinero mercancía como medio de pago, representado por bienes tales como el ganado, la sal, el cacao, las perlas, el té, el aceite de oliva, los metales preciosos y muchísimos otros objetos que, al ser apreciados por su valor
de uso en las respectivas comunidades, se cambiaban fácilmente por cualquier otra mercancía.
Entre las diversas mercancías, los metales preciosos, principalmente el oro y la plata, se impusieron como medio de pago de aceptación general, al reunir una serie de características propias del dinero: escasez, fácil transporte y almacenamiento, durabilidad, permeabilidad, homogeneidad y altamente valorados por los diferentes países y regiones.
Posteriormente, se evolucionó a la acuñación de monedas metálicas
de oro, plata y cobre, en cuyas superficies se indicaba el peso,
valor y autoridad emisora. Surgió así la moneda o dinero de pleno contenido como la última fase del dinero mercancía, cuyo valor de mercado estaba representado en su contenido metálico.
Después de las monedas con valor intrínseco, comenzó a circular el billete de banco o papel moneda, y rápidamente se convirtió en la principal forma de pago, a pesar de que el papel con el que está hecho tiene un valor insignificante en relación con su valor facial y poder de compra.
Al principio, este papel, con grabados cuidadosamente elaborados y firmas estampadas que evitaban su falsificación, se emitía con un respaldo de oro o plata que podía adquirirse a cambio del billete en las oficinas del ente emisor. Este tipo de dinero se conoce como dinero papel o papel moneda.
La relación entre metales preciosos y billetes desapareció definitivamente,
hasta llegar al billete usado actualmente: en general, no hay oro, plata ni cobre respaldando los billetes en circulación. De allí que se le denomine dinero fiduciario, es decir, los billetes son dinero porque así lo decreta la autoridad
que lo emite, facultada por una Ley de la República, que además declara que las monedas y billetes son de obligatoria aceptación en todos los pagos que se hagan en el país.
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